Más de uno estará el resto de la semana tratando de comprender lo que dilapidó Almagro ante Alma Juniors en su propio rectángulo, con un clima de los que hicieron posible epopeyas enormes que son recientes y nadie olvida. Los que olvidaron parte del libreto se quedaron sin nada cuando tenían la mesa servida y la orquesta lista para un baile desenfrenado. Pero en básquet no hay imposibles y a veces sucede lo que pasó en el Nido donde quien ya estaba para irse a las duchas cambió el libreto y cantó en la chicharra final como si fuera la última vez. Almagro jugó un primer tiempo de festín, con sus tiradores metiendo bolas desde cualquier ángulo, de dos y de tres, con Giletta, "Pequeco" y Andreoli encendidos mientras Alma naufragaba en la más alta nebulosa. Pero llegó lo inexplicable y se desataron diversas opiniones por la laguna en que cayó el cuadro de Manolo Giangrazzo, que de héroe pasó a ser el villano, invirtiendo la posición con Freyre. Almagro pasaba de una lluvia de goles a una sequía del más seco de los desiertos. La verdad que pudo ser cualquier cosa, las rotaciones inoportunas en las águilas o que el equipo se relajó y movió la piedra del sepulcro para que resucitara Alma Juniors cuando estaba siendo superado por más de 20 puntos. El tema fue que los de Castelli y Alberdi se fueron cantando bajito con el 67 a 65 conque soñarán muchos, de uno y otro lado, resultado de un partido emotivo pero con pocas luces cuando podrían haber brillado en honor a la muy buena cantidad de público que llenó el coliseo de Alberdi y Pueyrredón. (Por José López)
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